IV
Por qué habría de hablarte yo si tú eres el dueño de todas las palabras?
Podría hacerlo a través de mis ramas o tal vez desde las
raíces que beben tu misma agua.
El agua que baja desde las montañas.
Yo soy tu sombra apenas la necesites.
Podría hablarte con mis hojas cuando el viento las mece
en primavera,
o las sacude con furia cuando el Zonda está presente.
¿Me escucharás cuando veas mi follaje fuerte o en medio del
desierto resquebrado y sediento?
Yo soy tu historia, arraigado a tu camino creciendo en
silencio observando tu destino.
Hablarte sí, quiero hablarte...decirte que estoy, que formo
parte del paisaje.
Puedo ser un árbol joven, añejo pero siempre mi voz es la de
los pájaros que albergo.
Piso el mismo suelo por el que transitas, a la vera del camino
o en lo alto de la cima.
¿Conseguiré tus oídos para mis sollozos?
Entenderás por qué ante mi final necesito que de esta corteza
broten más retoños como si fueran ellos mis poemas.
Yo soy tu balsa cuando en el río bravo aferrarte fuerte tengas
que cruzarlo.
Por qué no podrás escucharme entonces...si te oxigeno el aire,
lleno de vida tus pulmones.
Escucha a la madre tierra, a través de mi figura. Escucha a tu
tierra que clama con dolor.
Y cuando escuches...habrás entendido el significado de tu esencia.
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