I
Me llueves de amor por todas partes.
Me llueves.
Me regalas un cielo gris, oscuro y nublado.
Me llueves de caricias.
Afuera llueve...agua¡¡
Adentro llueve...amor¡¡
Amor silencioso, intenso.
Sin palabras.
Con la mirada precisa.
Los labios sedientos.
La piel erizada.
Llueven afuera los paraguas.
Y gotas espesas.
Llueven adentro manantial de besos.
Afuera el mundo de los demás.
Adentro el mundo de los dos.
Buscando nuestro lugar en el mundo.
Llueve sobre mí todo de ti.
Tú eres mi lluvia y mi sol.
Te invito a visitar este espacio, como si te invitara entrar a mi casa. Las letras me acompañan desde siempre y participar de Antologías Literarias me permite ver impresas mis poesías y prosas. La pasión por la fotografía me lleva a descubrir lo que me rodea y redescubrir mi vida. Este espacio es mi refugio donde puedo soltar mi corazón...¡¡¡¡¡¡
martes, 24 de noviembre de 2015
Por el amor que me habita
V
Ribera amante del río,
protectora del sol y tempestades.
Frondosa en arboleda y aromada
de exquisitas flores.
Cuostodiada por cantares
de pájaros audaces.
Me transportas por tu cauce
sonoro, seguro, interminable.
Yo soy la ribera.
Tú eres el río.
Noche larga de lluvia,
acunas mi sueño débil.
Lluvia fuerte de a ratos,
suave e intermitentes otros.
Paz me traes con tu voz
de truenos y relámpagos.
Yo soy el sueño.
Tú eres la lluvia.
Luna y lucero juntos,
en el primer anuncio nocturno
ascienden como serenos
para iluminar la noche.
Luna fina, delgada, dibujada
en un cielo frágil aún de estrellas.
Lucero fiel que acompañas
cada noche con tu estampa.
Yo soy la luna.
Tú eres el lucero.
Atardecer de luces,
entre la silueta fuerte del monte,
te llevas aferrado el sol
a las nubes del horizonte.
Instante mágico, inolvidable,
grabado en mis retinas.
Yo soy el sol.
Tú eres el horizonte.
Ribera amante del río,
protectora del sol y tempestades.
Frondosa en arboleda y aromada
de exquisitas flores.
Cuostodiada por cantares
de pájaros audaces.
Me transportas por tu cauce
sonoro, seguro, interminable.
Yo soy la ribera.
Tú eres el río.
Noche larga de lluvia,
acunas mi sueño débil.
Lluvia fuerte de a ratos,
suave e intermitentes otros.
Paz me traes con tu voz
de truenos y relámpagos.
Yo soy el sueño.
Tú eres la lluvia.
Luna y lucero juntos,
en el primer anuncio nocturno
ascienden como serenos
para iluminar la noche.
Luna fina, delgada, dibujada
en un cielo frágil aún de estrellas.
Lucero fiel que acompañas
cada noche con tu estampa.
Yo soy la luna.
Tú eres el lucero.
Atardecer de luces,
entre la silueta fuerte del monte,
te llevas aferrado el sol
a las nubes del horizonte.
Instante mágico, inolvidable,
grabado en mis retinas.
Yo soy el sol.
Tú eres el horizonte.
Por el amor que me habita
IV
Le pertenezco a esta tierra
que recibió mis primeros pasos.
Aunque antes hubo ancestros
que los iniciaron.
Le pertenezco a estos cielos,
cielos claros nítidos
de montañas
que te llevan al cielo
de una escalada.
Le pertenezco a la luna llena,
sobre todo a ella,
redonda, enorme, luminosa,
como siempre,
en mi bóveda de estrellas.
Le pertenezco a la lluvia,
a los truenos que retumban
en los cerros,
a esa lluvia que alivia
después de meses de agonía.
Le pertenezco al amanecer,
con sus trinos mágicos y
colores dibujados.
Y al aire profundo de marzo.
Le pertenezco al viento,
que hace piruetas con las hojas
del otoño, las desparrama
las revuelca y al aire las arroja.
Le pertenezco al ocaso,
ése que bordea de oro
el Aconcagua y marca
al abrazarlo el sol
los caminos que me elevan.
Le pertenezco al universo
que me rodea,
no me encierren en una cripta,
mis amigos me esperan.
Le pertenezco a esta tierra
que recibió mis primeros pasos.
Aunque antes hubo ancestros
que los iniciaron.
Le pertenezco a estos cielos,
cielos claros nítidos
de montañas
que te llevan al cielo
de una escalada.
Le pertenezco a la luna llena,
sobre todo a ella,
redonda, enorme, luminosa,
como siempre,
en mi bóveda de estrellas.
Le pertenezco a la lluvia,
a los truenos que retumban
en los cerros,
a esa lluvia que alivia
después de meses de agonía.
Le pertenezco al amanecer,
con sus trinos mágicos y
colores dibujados.
Y al aire profundo de marzo.
Le pertenezco al viento,
que hace piruetas con las hojas
del otoño, las desparrama
las revuelca y al aire las arroja.
Le pertenezco al ocaso,
ése que bordea de oro
el Aconcagua y marca
al abrazarlo el sol
los caminos que me elevan.
Le pertenezco al universo
que me rodea,
no me encierren en una cripta,
mis amigos me esperan.
Por el amor que me habita
III
No vivo de la poesía.
Más sin poesía no vivo.
Ella me susurra al oído
las cosas que necesito.
La poesía me acompaña,
me dibuja mi camino.
Me descifra las letras
que amanecen conmigo.
La poesía es mi huella,
mi pasado, mi destino.
Con ella la vida es simple.
En la simpleza me desvivo.
La poesía está en mi sangre,
en mi espalda, en mi vientre.
La sostengo en los latidos.
Se me vierte entre los dedos.
La poesía es mi alimento.
No hay día en que no la encuentre.
Sin ella no hallo sentido.
Ese sentido de ver distinto.
La poesía es mi compañia.
A veces sólo está en mi mente
cantándome suavemente
para arroparme en la noche
con palabras ardientes.
La poesía es un signo
que descifro en el cielo
mientras persigo algún pájaro
o vigilo al lucero.
La poesía la leo
en los ojos de los pequeños.
La entiendo de los labios abuelos.
La escucho desde adentro.
La poesía está en las hojas
de estos árboles tiernos.
En las cumbres de nieve.
En las voces más débiles.
La poesía no muere.
Aunque nosotros no estemos
y otros sigan nuestros pasos
ella vive en la vida,
La vida hace la poesía.
No vivo de la poesía.
Más sin poesía no vivo.
Ella me susurra al oído
las cosas que necesito.
La poesía me acompaña,
me dibuja mi camino.
Me descifra las letras
que amanecen conmigo.
La poesía es mi huella,
mi pasado, mi destino.
Con ella la vida es simple.
En la simpleza me desvivo.
La poesía está en mi sangre,
en mi espalda, en mi vientre.
La sostengo en los latidos.
Se me vierte entre los dedos.
La poesía es mi alimento.
No hay día en que no la encuentre.
Sin ella no hallo sentido.
Ese sentido de ver distinto.
La poesía es mi compañia.
A veces sólo está en mi mente
cantándome suavemente
para arroparme en la noche
con palabras ardientes.
La poesía es un signo
que descifro en el cielo
mientras persigo algún pájaro
o vigilo al lucero.
La poesía la leo
en los ojos de los pequeños.
La entiendo de los labios abuelos.
La escucho desde adentro.
La poesía está en las hojas
de estos árboles tiernos.
En las cumbres de nieve.
En las voces más débiles.
La poesía no muere.
Aunque nosotros no estemos
y otros sigan nuestros pasos
ella vive en la vida,
La vida hace la poesía.
Por el amor que me habita
II
Hasta donde llegan mis ojos,
allá lejos en la cima,
o acá sobre el camino
a orillitas de la barranca,
toda mi piel se estremece
ante la bravura imponente
del majestuoso Cordón del Plata.
Picos nevados,
valle fértil,
mesetas de años.
Mendoza, tiene un camino
para recorrerlo despacio.
A cada punto cardinal
una imagen elocuente,
se eleva al cielo celeste
la silueta del Tupungato
y mirando desde arriba
disfrutas del espectáculo.
Aire tibio aún en verano,
vuelo ágil de los chimangos,
aroma seco de marzo,
Mendoza tiene un camino
para ascenderlo contigo,
Paz para el alma,
alivio en el espíritu,
alas tiene mi cuerpo,
mi corazón estalla.
la dicha tiene nombre?
Yo en las alturas
lo escribo con las nubes.
Hasta donde llegan mis ojos,
allá lejos en la cima,
o acá sobre el camino
a orillitas de la barranca,
toda mi piel se estremece
ante la bravura imponente
del majestuoso Cordón del Plata.
Picos nevados,
valle fértil,
mesetas de años.
Mendoza, tiene un camino
para recorrerlo despacio.
A cada punto cardinal
una imagen elocuente,
se eleva al cielo celeste
la silueta del Tupungato
y mirando desde arriba
disfrutas del espectáculo.
Aire tibio aún en verano,
vuelo ágil de los chimangos,
aroma seco de marzo,
Mendoza tiene un camino
para ascenderlo contigo,
Paz para el alma,
alivio en el espíritu,
alas tiene mi cuerpo,
mi corazón estalla.
la dicha tiene nombre?
Yo en las alturas
lo escribo con las nubes.
Por el amor que me habita
I
Te transito desde el valle.
Me vigilas desde la altura.
Te recorro lentamente
mientras busco alcanzarte.
Todo el camino me hablas.
Me siguen en vuelo tus pájaros.
Hasta tus piedras confiesan
historias de mi propio pasado.
Camino cercado de cerros.
Tus picos más altos nevados.
Pastura verde para el ganado,
secos quedaron los cardos.
Me acompañas sigilosa
cordillera hermosa.
Tu estampa en el oeste
le da su esencia a Mendoza.
Te transito desde el valle.
Me vigilas desde la altura.
Te recorro lentamente
mientras busco alcanzarte.
Todo el camino me hablas.
Me siguen en vuelo tus pájaros.
Hasta tus piedras confiesan
historias de mi propio pasado.
Camino cercado de cerros.
Tus picos más altos nevados.
Pastura verde para el ganado,
secos quedaron los cardos.
Me acompañas sigilosa
cordillera hermosa.
Tu estampa en el oeste
le da su esencia a Mendoza.
El Camino Púrpura
Cuando se abre la tierra, para dar su voz, con la mezcla de arcilla, ceniza y fuego; me recuerda que esa lava ardiente está dispuesta a arrasar en su camino todo lo que se le enfrente. Me recuerda a la sangre de tantos que se derramó en la historia de nuestra historia. La sangre se vuelca a la tierra de miles de maneras. La sangre de las manos que hicieron con su trabajo un lugar para vivir. Sembrando con semillas y esperanzas de libertad al mismo tiempo. La sangre de los que pelearon bajo órdenes justicieras y deseos de igualdad. Con su sangre marcaron el camino libre de los que continuaban. Cuando se abre la tierra, la tierra quiere hablar. Cuando la sangre del hombre se derrama, se entrega sin medida, con el deber cumplido. Y la tierra se mueve, se revuelca, transmuta y sepulta bajo su mando lo que antes era tierra solamente y lo que el hombre fue construyendo con sus manos y trabajo. ¿ Por qué quiere la tierra alimentarse del esfuerzo del hombre? Porque el hombre no es el dueño de la tierra. La tierra es la madre de él. Es su dueña. Hasta de su libertad. Todos los ritos del hombre son arrojados a la madre tierra. Todos los pedidos son invocados a esa madre. Todas las ofrendas se le hacen en su nombre. Pero la tierra no nos ofrenda nada. Nos pide. Nos pide. No fueron en vano los años de la humanidad hasta el día de hoy. El hombre sigue los pasos iniciales buscando en su veneración el significado de su existencia. La tierra manda. El hombre obedece. El hombre busca ganarle a la tierra. Pero la tierra ya ganó la batalla y él sigue insistiendo. Busca, busca respuestas. Sigue buscando respuestas. Hasta perdió las preguntas. El hombre de hoy sabe que sobre él estuvo la piedra, estuvo el esfuerzo, la sangre, la sed de libertad. El hombre de hoy sabe que si la tierra abre sus entrañas para mostrarse, para alzar su voz es porque quiere imponerse. El hombre de hoy sabe que las respuestas que busca las tiene en su sangre.
Mónica Yolanda Gordillo
Mónica Yolanda Gordillo
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