Hay muchos álamos en mi Mendoza,
de aquellos que hacen cerco dorado
por los caminos de montaña en pleno otoño.
Los que circundan viñedos
o detienen ventarrones.
Hay muchos álamos en mi Mendoza,
de aquellos pequeños retoños
y de los que van hachando insensatos.
De los añosos guardianes
que encierran su propia historia.
Hay muchos álamos en mi Mendoza
y por este tiempo los veo erguidos,
dirigidos sus brazos al cielo,
desnudos aún de verde.
Pero rígidos y silenciosos
soportaron el invierno.
Sus ramas desérticas de nidos
claman la presencia de algún pájaro.
Hay muchos álamos en mi Mendoza,
los recuerdo frescos en el verano,
cascabeleando con el viento
y susurrando por las noches.
Y hoy descubro cómo se van pintando
una a una sus hojas
desde la copa del árbol
hacia el más pequeñop tallo.
Como caídas del cielo,
las primeras hojas tiernas
van calmando su soledad
y cubriendo sus penas.
Se vislumbran airosas,
por ser las primeras,
verdes, lustrosas, coquetas
que empiezan a donar su belleza
a tanta rama solitaria
como encuentran.
Y mañana seguro que al contarlas
ya serán más las nacidas,
para cubrir todo con un verde manto.
Será cuestión de días,
en lo sucesivo iré notando,
cómo anuncian mis álamos
que la primavera está llegando¡¡
Mónica Yolanda Gordillo