martes, 1 de febrero de 2011

FUI A BUSCARME


FUI A BUSCARME..
Fui a buscarme,
a mi propio encuentro.
El que sólo se obtiene
del largo camino interno.
En medio de nada,
a orillas de todo.
Con el cielo descubierto
y el sol en cada reflejo.
Con el aire amontonado,
listo para salir a oxigenarlo todo.
Con la madre tierra,
que todo escucha,
todo perdona
y de nada se queja.
Largo camino interno,
sólido como la piedra.
Amplio igual al horizonte,
esperanzador y desafiante.
Encontrándome a mi misma
puedo seguir caminando.
Aunque mi sombra delate
las huellas mías solamente.
En cada paso que doy,
encuentro la razón de mi existencia.
                                                              Mónica Yolanda Gordillo



RIBERA

Ribera amante del río,
protectora del sol y tempestades.
Frondosa en arboleda y aromada
de exquisitas flores.
Custodiada por cantares
de pájaros audaces.
Me transportas por tu cauce
sonoro, seguro, interminable.
Yo soy la ribera.
Tú eres el río.
Noche larga de lluvia,
acunas mi sueño débil,
lluvia fuerte de a ratos,
suave e intermitente otros.
Paz me traes con tu voz
de truenos y relámpagos.
Yo soy el sueño.
Tú eres la lluvia.
Luna y lucero juntos,
en el primer anuncio nocturno
ascienden como serenos
para iluminar la noche.
Luna fina, delgada, dibujada
en un cielo frágil aún de estrellas.
Lucero fiel que acompañas
cada noche con tu estampa.
Yo soy la luna.
Tú eres el lucero.
Atardecer de luces,
entre la silueta fuerte del monte,
te llevas aferrado el sol
a las nubes del horizonte.
Instante mágico, inolvidable,
grabado en mis retinas.
Yo soy el sol,
tú eres el horizonte.


                                 Mónica Yolanda Gordillo

LE PERTENEZCO A ESTA TIERRA

Le pertenezco a esta tierra
que recibió mis primeros pasos.
Aunque antes hubo ancestros
que los iniciaron.
Le pertenezco a estos cielos,
cielos claros nítidos
de montañas 
que te llevan al cielo
de una escalada.
Le pertenezco a la luna llena,
sobre todo a ella,
redonda, enorme, luminosa, como siempre,
en mi bóveda de estrellas.
Le pertenezco a la lluvia, 
a los truenos que retumban
en los cerros,
a esa lluvia que alivia
después de meses de agonía.
Le pertenezco al amanecer,
con sus trinos mágicos y 
colores dibujados.
Y al aire profundo de marzo.
Le pertenezco al viento, 
que hace piruetas con las hojas
del otoño, las desparrama
las revuelca y al aire las arroja.
Le pertenezco al ocaso,
ése que bordea de oro
el Aconcagua y marca
al abrazarlo el sol
los caminos que me elevan.
Le pertenezco al universo
que me rodea,
no me encierren en una cripta,
mis amigos me esperan.


                                 Mónica Yolanda Gordillo

SIN PRISA

Este camino sin prisa, con pausas...
permite a mis ojos presenciar la imagen imponente
majestuosa y silenciosa de la montaña.
La observo allá tan lejos...
y tan cerca al mismo tiempo.
Rígida, brava, cubriendo todo el horizonte
y yo embelesada...

Los álamos cascabelean sus hojas secas,
moribundas, en su último suspiro
antes de formar alfombra colorida.
Demuestran su presencia precaria
en el árbol que las cobijó un año.
En su instante final despliegan
su sonido armonioso y suenan
como suaves campanas.
Ese pájaro distraído, 
ahora al mediodía cantando
porque perdió su compañía...
No queda otra cosa que esperar
algún compañero que venga a buscarlo
quizás en el próximo vuelo....
Este camino sin prisa, con pausas.
Me ayuda a encontrar una paz.
Indescriptible paz que no está
en el mundanal ruido...
Ni en la rutina hastía ni en los objetos...
Este camino aunque en subida
con el aire en contra, que refresca mi cara,
con el cielo azul intenso de techo.
Esta mañana,...Y este sol...
tibio sol de otoño que refleja aun más
los colores mágicos dorados,
ocres, amarillos, marrones
por todos lados...
Este camino que me obliga 
a pisar los pensamientos
o dejarlos a la vera
o sentir a medida que camino
el alivio de perderlos...
                                        Mónica Yolanda Gordillo


ARTE DE MI TIERRA

Vino. Brebaje fruto de la sangre. De la laboriosa sangre del hombre. Vertiente fértil de la tierra. Absorbes de su savia infinita y te vuelves en deliciosos manjares. Ofrenda gloriosa que supo esperar los contados días, uno sobre el otro a pesar de las inclemencias. Desafío humano y mágico que renace de esos granos multicolores. Líquido embriagador para celebrar la conquista del suelo. Naces del surco. Mantienes silencios. Evocas épocas. Eres historia. Acompañaste al hombre mientras él se iba descubriendo. Tu  transparencia en el vidrio invita a reflexionar. Alegras el espíritu, la fiesta. Eres motivo de encuentros, de inspiraciones, rico en sabores, tienes a todos los colores. Vino rojo. Intenso y aromático cuando invades el paladar. Hasta le transmites a tu parra tu pasión. La vislumbras en el otoño en las hojas multicolor teñidas de ocre. Vino blanco. Exquisito perfume. Delicada presencia. Aromatizado con esencias especiales. Vino del brindis.
Estás en la mesa del labriego. En la mesa del festejo. En la mesa  de Dios. Estás para disfrutarte. Tienes el alma de acompañar. En una copa de vino hasta se te puede confiar todos los secretos. Entre los amigos eres el paladín de la risa. Entre los amantes eres el deseo hecho realidad. En la soledad, eres el testigo. Vino, dotado de la paciencia que da el don de la sabiduría. Porque sabia es la vida en darte todo el tiempo que necesitas para llegar a ser líquido en la boca del sediento. Porque eres el arte del labrador. Un arte que se transmite de generación en generación. Te alimentas de la vida. A la vida le devuelves tu alimento. Llegar a ti es recorrer un largo camino. Esperarte es como esperar a un hijo. Cuidar de ti es aumentar la esperanza. Tenerte entre las manos, alzando la copa, es un homenaje.
Eres el culto al trabajo. No hay vino sin sacrificio. Madrugadas continuas. Rezos profundos. Anhelos compartidos. No llega el vino sin caminar entre las hileras. Hablarle a las parras cada amanecer. Vigilar los sarmientos, cuidar de las heladas. Regar tus raíces. El vino llega al madurar las uvas. El vino viene después de sortear malignidades y tempestades. Pero siempre llega. Vino, sigues bendiciendo esta tierra. Tierra del sol y del buen vino. Vino que partes al mundo para darte a conocer. En cada sorbo de vino hay una historia. Un hombre que le dio su propia historia. Detrás del vino está la vida de una generación. De un pueblo. El vino es su cultura. Su tradición. Eres júbilo, dios de dioses. Que siga la tierra cobijando tu esencia. Alimento del espíritu del hombre. Eres infinito. Principio de los principios sin final anunciado.
                                                                      Mónica Yolanda Gordillo

La rosa

Antes de que la rosa muera
Admiraré su belleza
Antes de que la rosa muera
Me embriagaré con su perfume
Adornaré mi existencia...
Antes...
Antes de que la rosa muera¡¡¡¡¡¡

Mónica Yolanda Gordillo

lunes, 31 de enero de 2011

POR EL AMOR QUE ME HABITA

I

Te transito desde el valle
me vigilas desde la altura.
Te recorro lentamente
mientras busco alcanzarte.

Todo el camino me hablas
me siguen en vuelo tus pájaros.
Hasta tus piedras confiesan
historias de mi propio pasado.

Camino cercado de cerros
tus picos mas altos nevados.
Pastura verde para el ganado
secos quedaron los cardos.

Me acompañas sigilosa
cordillera hermosa.
Tu estampa en el oeste
le da su esencia a Mendoza.
                                                  Mónica Gordillo
  II

              Hasta donde llegan mis ojos                    
                           allá lejos en la cima,                                    
                       o acá sobre el camino                               
                   a orillitas de la barranca,                             
               toda mi piel se estremece                           
              ante la bravura imponente                          
          del majestuoso cordón del Plata.                 
                                                                                        
Picos nevados,
valle fértil,
mesetas de años,
Mendoza tiene un camino
para recorrerlo despacio.


A cada punto cardinal
una imagen elocuente,
se eleva al cielo celeste
la silueta del Tupungato
y mirando desde arriba
                 disfrutas del espectáculo.                

Aire tibio aún de verano,
vuelo ágil de los chimangos,
aroma seco de marzo,
Mendoza tiene un camino
para ascenderlo contigo.

Paz para el alma,
alivio en el espíritu,
alas tiene mi cuerpo,
mi corazón estalla.
 ¿la dicha tiene nombre?
Yo en las alturas
lo escribo con las nubes.

Monica Yolanda Gordillo